jueves, 3 de enero de 2013

Fluir

 



La primera vez que escuche el término ingles “flow” fue en la partitura que tocaba mi hija al piano “River flows in you”.
Poco después me encontré nuevamente con este bello término, está vez fue un encuentro menos artístico y más académico, convertido en un best seller, en un objetivo de investigación. Ahí estaba entre la interminable lista de libros recomendados.
 
Flow, fluir. “Es el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla”

Suena bien no?. ¿Quién no desearía fluir?. Pero seguirme porque hay algunas sorpresas. Para fluir hay que cumplir unos prerrequisitos, pero de eso hablaremos después antes os voy a vender el “producto”.

La experiencia de flujo, tal como nos cuenta Mihaly Csikszentmiahlyi en su libro “fluir” eleva el transcurso de la vida a otro nivel:

- La alienación da paso a la involucración
- El disfrute reemplaza al aburrimiento.
- La impotencia da paso al sentimiento de control.
- La energía psíquica trabaja para reforzar la personalidad en lugar de perderse al servicio de unas metas extrínsecas.
- Cuando la experiencia es intrínsecamente gratificante la vida está justificada en su presente, en vez de ser el rehén de un hipotético beneficio futuro.

Los pasos esenciales para alcanzar la experiencia de flujo son:

1) Definir las metas.

Empieza por ponerte metas generales y dividirlas en tantas submetas como sea preciso para que puedas alcanzarlas con éxito y naturalmente con esfuerzo. La dificultad de las submetas deben guardar un equilibrio, ni muy difícil para no provocar el abandono ni demasiados sencillas que me aburran.

2) Sentirse inmerso en la actividad.

Para ello hay que emplear toda tu atención en la tarea que realiza y para poder hacerlo bien hay que aprender a equilibrar las oportunidades para la acción con las habilidades que uno posee. Hay que tener cuidado con las expectativas poco realistas, como tratar terminar unos estudios en un plazo poco razonable, tras llevar años sin coger un libro.
La concentración conduce a la involucración, que sólo puede mantenerse con aportes constantes de atención. La conciencia de uno mismo es la fuente más común de distracción. Hay que dejar de preocuparse sobre cómo lo está haciendo, cómo le ven desde el exterior, y estar totalmente comprometido con tu meta.

3) Encontrar maneras de medir el proceso desde el punto de vista de las metas elegidas. Esto nos vale de guía para no perdernos para saber que vamos por el camino adecuado y sobre todo para reforzarnos o corregir nuestros desvíos.

4) Desarrollar las habilidades necesarias para interactuar con las oportunidades disponibles.

Al principio puede ser suficiente afrontar mi reto con las habilidades que ya poseemos pero a medida que vamos alcanzando submetas necesitamos adquirir habilidades nuevas más específicas y complejas que nos faciliten el éxito en la actividad que emprendamos. De lo contrario nuestra experiencia de flujo desaparece y nos instalamos en la desidia y el aburrimiento, por ello debemos elevar el nivel de la actividad cuando observamos que deja de ser estimulante y vislumbramos el aburrimiento.

Cuando sabemos cuáles son nuestros deseos y trabajamos con el propósito de lograrlos, nuestros sentimientos, pensamientos y acciones son congruentes entre sí y, por lo tanto, logramos la armonía interior. Nuestra energía psíquica deja de derrocharse por la duda, el lamento, la culpabilidad y el temor, para emplearla siempre útilmente. La coherencia interior conduce finalmente a la serenidad y la fortaleza interior que admiramos en las personas que parecen estar bien consigo mismas.
El propósito, la resolución y la armonía unifican la vida y dan significado al transformarla en una experiencia perfecta de flujo.




No me queda más que recomendaros la lectura del magnífico libro de Mihaly Csikszentmihalyi, “Fluir. Una psicología de la felicidad”.

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